• Seis distinciones de bronce, tres de plata y una de oro fueron el epílogo de la competencia que se desarrolló en Santiago y en la que participaron 41 estudiantes de enseñanza básica y media, provenientes de seis regiones del país. Del total, el 20% fueron mujeres, cifra que casi duplica a la del año pasado.
  • La actividad forma parte de las actividades de Proyección al Medio Externo de la Iniciativa Científica Milenio.
“Programar me genera una sensación de mucha libertad, porque requiere entender cosas que te dicen o piden, expresarlas o traspasarlas a un código y con este resolver un problema. Lo entretenido es que a través de varios caminos puedes llegar al mismo resultado correcto”, señala Tomás Castillo (15 años), del Kent School, uno de los participantes de la VII Olimpiada Chilena de Informática (OCI 2018), una iniciativa organizada por la Corporación C^100 para el Fomento de la Ciencia de la Computación en Colegios, y que cuenta con el apoyo de las empresas Synopsys, TOC e IntroLogic, y la Comunidad de Programación Competitiva en Chile. La actividad, además, es patrocinada por el Instituto Milenio Fundamentos de los Datos (IMFD) y forma parte de las actividades de Proyección al Medio Externo de la Iniciativa Científica Milenio.
 
Junto a Tomás se encontraba su compañero de colegio, Diego San Martín (16 años), quien afirmó que “para mí es una pasión programar, lo paso muy bien, me divierto”. Era la segunda vez que Tomás participaba y la tercera para Diego. “Los nervios siempre están presentes”, confesó Tomás.  
 
Ambos escolares formaron parte del grupo de 41 estudiantes provenientes de colegios de la Región Metropolitana, Talca, Chillán, Concepción, Temuco y Valparaíso, que llegaron a la Final Nacional de la OCI 2018, que se realizó del 5 al 6 noviembre en la U. Andrés Bello, en Santiago. Durante cuatro horas, los jóvenes se sumergieron en una compleja prueba en la que debían resolver cuatro problemas utilizando técnicas de programación computacional.

Programando para la vida real

Durante la competencia, cada estudiante recibió un set de cuatro problemas que debían ser resueltos a través del desarrollo de programas que luego subían a una plataforma online, a través de la cual se les asignaba puntaje dependiendo de qué tan buena fuera la solución. 
 
“Los problemas que se les entregan son de tipo lógico matemático, tienen algoritmos involucrados y técnicas de programación que ellos deben aplicar para poder resolverlos adecuadamente”, explica Catherine Espinoza, directora ejecutiva de la Olimpiada Chilena de Informática. 
 
Encontrar el camino más corto entre dos ciudades o el menor tiempo de traslado entre estas, conociendo todas las alternativas de caminos posibles, es una de las situaciones reales sobre las cuales los estudiantes podrían aplicar conceptos de lógica computacional y técnicas de programación. En esta versión, uno de los dilemas a resolver tenía que ver con la búsqueda de la forma más eficiente de poner baldosas en una cocina, teniendo como datos las dimensiones de la habitación y las de las baldosas.
 
Catherine Espinoza destaca que la versión 2018 fue inédita en términos de la cantidad de participantes en la final nacional: 41 competidores, de los cuales ocho fueron mujeres. “Si se compara con el año pasado en la que tuvimos 34 participantes en la final nacional, de ellos sólo cuatro eran niñas”. Y es precisamente este uno de los focos que busca la olimpiada: mayor representación femenina en las distintas etapas. 
 
Los ganadores de medallas de bronce fueron Tomás Castillo Montenegro (The Kent School, Santiago); Mauricio Cari Leal (Colegio Francisco Encina, Santiago); Esteban Naranjo Rajo (Colegio Alicante, Santiago); Pau Rovira Borquez (The Kent School, Santiago); Jorge Bravo Soto (Colegio Internacional Sek Pacífico, de Concon, V Región), y Vicente Lineros (Instituto Nacional, Santiago). 
 
Las distinciones de plata, en tanto, fueron para Katherine Mora Peña (Colegio Santa Sabina, Concepción); Vicente Opazo Schuster (Liceo Bicentenario, Temuco), y Hans Kuhn Leiva (The English Institute, Santiago). 
 
El ganador de la medalla de oro fue Diego Salas Viveros (Instituto Nacional, Santiago).   

El camino de la selección 

“La olimpiada parte con talleres que se realizan en distintas regiones para acercar y preparar en computación a los escolares. Posteriormente se realiza una competencia regional y de esa instancia emergen los seleccionados que participarán en la final nacional”, detalla la directora ejecutiva de la competencia.  
 
Luego de la final nacional, los 10 mejores competidores son invitados a un campamento intensivo de verano, donde profesores y estudiantes universitarios les enseñan conocimientos avanzados de informática. Al término del campamento -que dura cerca de una semana y media-, se realiza una nueva competencia, para escoger a cuatro representantes chilenos que irán a la Olimpiada Internacional de Informática, que en 2019 se llevará a cabo en Azerbaiyán.  
 
“Además de acercar la computación a los escolares, para que la vean como una alternativa real de carrera si lo desean, buscamos entregarles habilidades para abordar desafíos usando el pensamiento computacional. Hemos visto que usar estas herramientas es muy importante para enfrentar problemas de mejor manera, independiente del área a la que se vayan a dedicar”, afirma Espinoza. 
 
Juan Reutter, académico de la Pontificia Universidad Católica e investigador del Instituto Milenio Fundamentos de los Datos, comenta que aprender programación fortalece el razonamiento lógico e innovador para solucionar problemas, habilidad que repercute y enriquece de manera transversal las capacidades de los escolares en otras áreas, constituyéndose como una habilidad para la vida.
 
La olimpiada es posible gracias al apoyo de la Iniciativa Milenio, a través de los fondos de Proyección al Medio Externo que asigna a actividades de divulgación de la ciencia: “A la fecha, la Olimpiada Chilena de Informática ha permitido convocar considerando todas sus etapas a más de 2.200 estudiantes. Con esto estamos haciendo eco a la tendencia global de fortalecer las habilidades y capacidades en STEM de los estudiantes, a través de talleres de programación que les permitan adquirir las bases del pensamiento computacional”, señala Jorge Pérez, académico del Departamento de Ciencia de la Computación de la Universidad de Chile, investigador del Instituto Milenio Fundamentos de los Datos y director de la OCI.